Conversa:Alejandro Antúñez Vázquez

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Alejandro Antúñez Vázquez no es un escritor en "lingua galega" porque ustedes lo digan. Es un escritor en "Fala" de Navia, que pertenece al acervo cultural asturiano. Nunca fue "pregoeiro" porque esa palabra no existe en "Fala". No perteneció al grupo de teatro de D. Antoni Loza, sino de D. Antonio Loza, o, a lo sumo, de Antón Loza. Es autor del "Canto al río Navia", en lengua española (ni en galego ni en asturiano), y no escribe siguiendo normativas editadas por el Principado de Asturias, sino que escribe recogiendo expresiones antiguas, muchas ya en desuso, de los pobladores de estas tierras, que asimilaron el Latín del Imperio, el cual fue evolucionando en cada lugar de una forma diferente; en Navia coexisten en un radio de diez kilómetros, al menos, cinco hablas de acentos y vocablos bien diferenciados, al menos para los que conocemos bien esta tierra: Vaqueira, Pixueta de Puerto de Vega, habla de "Villapedre y Piñera", habla de los campesinos de Anleo o Andés (dicen "you" por "yo"), y, cruzando el río Navia, nos encontraremos en el concejo de Coaña con el habla de los campesinos (dicen "eo" por "yo") y con el habla Pixota de Ortiguera, correspondiente a las gentes del mar de este bonito pueblo marinero. Todas ellas tienen por denominador común el Latín. Todos los pueblos de la zona conviven armónicamente y respetan las peculiaridades ajenas, desde los tiempos de los primeros pobladores. En el lenguaje, según avanzamos desde oriente hacia occidente, va habiendo una transición de acentos y de vocablos, incluso de costumbres y gastronomía y, en definitiva, de cultura, que desemboca en la cultura latente de cada lugar geográfico. Pretender basarse en analogías culturales, reales o supuestas, para argumentar y exigir derechos de gobierno sobre culturas pertenecientes a otras comunidades parece, cuando menos, una actitud prepotente, y querer acaparar acervos culturales ajenos, ya que se construyeron por pura evolución cultural de sus pobladores, aunque susceptible de influjos externos, convirtiéndolos en exclusivos , es de mucho atrevimiento y también una falta de respeto para los supuestos habitantes irredentos, a los que se les niega la posibilidad de haber evolucionado por sí mismos, sin la innecesaria tutela de movimientos fundamentalistas pseudoredentores.