Sol de la libertad, tu lumbre dame.
Deja que el fuego que en tu rayo brilla
mi generoso corazón inflame.
Y bajo el cielo de la fiel Castilla,
entonaré mi canto… Haré que llame
a los vástagos dignos de Padilla,
para decirles de su gloria en nombre
que no ha nacido para esclavo el hombre
Que es hechura de un Dios omnipotente,
y que su imagen esculpida lleva,
para eterno blasón, sobre la frente
que con orgullo al firmamento eleva.
Y que su origen celestial desmiente
y alma mezquina y miserable prueba,
el que teniendo corazón y manos,
sufre el yugo sin ley de sus hermanos.
Todos hijos de un padre hemos nacido
y es mengua el privilegio de la cuna;
honra da la virtud, no el apellido,
ni el halago de próspera fortuna.
Cristo es hijo del pueblo. Él ha querido
que la familia humana fuese una,
y que solo a los justos, desiguales
fuesen ante la ley los criminales
Al nacer de un honrado carpintero,
desnudo en el portal, lección sublime
ofrece de igualdad al mundo entero.
Ve que la humanidad esclava gime,
y generoso expira en un madero
por librarla del yugo que la oprime.
¡Y el hombre imbécil, mísero gusano,
se transforma en verdugo de su hermano!
Déspotas insensatos de la tierra,
temed, temed el día tremebundo
en que gritando ¡Libertad y guerra!
se estremezcan los ámbitos del mundo.
Temed, temed: al pueblo no le aterra,
cuando rompe sus frenos iracundo,
la necia pompa y esplendor del trono…
Todo lo vence al fulminar su encono.
Venid a mí los que miráis la vida
solo de amargos sinsabores llena,
los que lleváis la frente desteñida
por el hambre y la sed, al mundo ajena;
y vosotros, ¡oh turba envilecida!,
que arrastráis indolentes vil cadena,
jornaleros, esclavos y mendigos,
venid a ser de la verdad testigos.
Pueblos de Europa , pueblos de la tierra…,
no hay más que una nación y un soberano
que a cuanto el orbe en su contorno encierra,
dio vida con su aliento sobrehumano.
Alzad, ¡oh pueblos!, un pendón de guerra,
y el infante, y el joven y el anciano,
seguidlo si hay valor en vuestros pechos,
y haced prevalecer vuestros derechos.
Sí, pueblo libre…., tus derechos vela.
Vela tu santa libertad querida.
No te duermas, sagrado centinela
de tu honra propia y de tu propia vida.
Si el político mar calma revela,
la tormenta quizá ruge escondida
debajo de sus límpidos cristales,
¡y, ay de ti, si a la mar sin rumbo sales!
Jornalero, levántate y despierta.
Abandona un momento los talleres,
que tu sueño al baldón abre la puerta.
Vela por tus derechos, si no quieres
ver de tus hijos la deshonra cierta…
Si no quieres mirar a tus mujeres
arrastrando por ti, las infelices,
el epíteto vil de meretrices.
¡Oh!..., no. Venid los que al sagrado acento
de patria y libertad, a la pelea
corréis sin vacilar: venid, yo siento
que en mi espíritu ardiente centellea
fogosa inspiración: Sí, dad al viento
vuestro libre pendón, y el mundo vea
que somos grandes y lidiar sabemos,
cuando ultrajada nuestra frente vemos.
Harto, pueblo leal, hemos sufrido.
Fue vergonzoso sufrimiento tanto,
mas, dignos de otra suerte hemos nacido.
Se alzará de una vez el grito santo
y sonará el cañón. A su estampido,
libre y guerrero entonaré mi canto,
y os guiaré con él a la victoria
o a morir en la lid, pero con gloria.